23/7/15

¡Volando voy!

¡Volando voy! ¡Volando vengo! 


Muy buenas lectores! Hoy os escribo (bueno, ayer) a miles de metros de altura. Voy camino a mi queridísima isla de La Palma. ¡POR FIN! Y no es por desmerecer Barcelona, pero un año me bastó para sentirme isleño en pleno derecho. La tranquilidad de la gente, sentirse seguro en las calles y hasta dejarse el coche abierto y no temer en ningún momento que lo tome un indeseado. En ocasiones tanta tranquilidad puede llegar a agobiar sobretodo a los más jóvenes, pero cuando la pierdes hasta la echas en falta. Así somos, queremos cambios y después nos entra nostalgia.

Los cambios son algo necesario en la vida. Cambiamos de cole, de instituto, de amigos, de casa, de trabajo, de familia, y hasta de cuerpo. Sí, cada 7 años cambiamos por completo todas las células de nuestro cuerpo. Se muere gente, nacen nuevas generaciones, los jóvenes pasan a ser mayores y los mayores por ley de vida nos dejan.

Con esto quiero decir que no hay que anclarse en el pasado, no podemos vivir presos de los recuerdos. Muchas personas cuando llegan a edades avanzadas se quedan solas. Sus descendientes crean sus propias familias y sus amigos van disminuyendo en número. Ese sería el momento perfecto para apuntarse a actividades, conocer gente o aprender cosas que siempre se han querido saber. Hay un monólogo de Eva Hache que describe los 65 como la segunda edad del pavo. Me encanta porque así debería ser. Disfrutar y dejar las trabas mentales atrás. 

Otro tema que cada vez entiendo menos: costumbres. La gente que vive el mismo día una y otra vez. ¡Qué pereza! Sobretodo en vacaciones. Esas personas que todos los días se levantan a la misma hora, desayunan lo mismo día sí y día también, van a la playa/plaza/mercado/paseo/piscina siempre en el mismo horario, comen sobre la misma hora viendo el mismo programa de siempre, siesta, cena, televisión y a dormir. ¡POR FAVOR NO! La vida hay que vivirla. Aprende cosas nuevas, busca una actividad que te apasione, cuida tus vínculos sociales y crea nuevos, y sobretodo no pierdas la ilusión de vivir. 

Agradezcamos cada respiración, cada latido, cada parpadeo… A todos nos gusta quejarnos cuando estamos enfermos, pero pocos son los momentos de iluminación en los que pensamos “¡Madre mía, que bien me encuentro en este momento!”. Yo ahora mismo estoy en éxtasis. Me encanta viajar, tener horas para mí, leer, escribir este post, escuchar música, jugar con la Nintendo, contemplar por la ventanilla los kilómetros recorrido en tan poco tiempo, comerme el bocadillo y muchas otras cosas que no se me ocurren ahora mismo.

En definitiva, si eres joven disfruta, si eres adulto disfruta también y si estás entrando o ya estás en plena madurez pues… déjame que me lo piense… ¡pues a disfrutar!, por supuesto.

Os dejo una lista de reproducción con la música que me ha inspirado durante el vuelo para escribir esta entrada en las alturas (Spotify necesario para poder escuchar). Os deseo un buen final de julio y hasta la próxima.

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